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  • Foto del escritor: Gus
    Gus
  • 26 sept 2021
  • 4 Min. de lectura

“Aférrate siempre al presente. Cada situación, cada momento, tiene un valor infinito, porque es el representante de toda una eternidad.”

Johann Wolfgang von Goethe*



Vagando por el universo virtual, me topé no hace mucho con un breve video que reproducía parte de una entrevista realizada por Charlie Rose a Bill Murray. En él, Rose le preguntaba qué cosa deseaba tener, que no tenía. Luego de tomarse un par de segundos para ordenar sus pensamientos, Murray ofreció una respuesta profunda e inesperada: “Me gustaría estar aquí en una manera más consistente… Me gustaría saber por cuánto tiempo más sería capaz de estar presente, vivo en el momento.”

Si bien su respuesta no termina allí, este es el núcleo de la idea que describe. Reflexión tremenda, que no me dejó otra opción que no fuese ponerme a pensar en ella.

Conectados a todo. Conectados a nada.

Noticias de aquí y de allá. Política, deportes, moda y cine. Chismes, escándalos, rumores y mentiras. Peleas, acusaciones, juicios y guerras. La inmensidad del mundo cabe en la palma de nuestra mano, y un mero gesto de nuestro índice nos acerca a cualquier “qué”, “cuándo”, “cómo” o “por qué”. La conexión y el acceso a casi todo, se produce a la velocidad del pensamiento. Y digo “casi”, porque adolescemos de puentes y caminos hacia puntos neurálgicos de nuestro día a día. Tan conectados estamos, que hemos roto, o descuidado, los lazos con aquello que nos hace humanos.

¿Cuándo fue la última vez que te sentiste “aquí”, “presente”, al mirarte al espejo? ¿A quién viste en ese reflejo? ¿Puedes recordar la última ocasión en la que, en una charla, le otorgaste tu atención completa a un ser querido?

¿Hace cuánto no miras a tu alrededor, y observas tu entorno? ¿Cuándo fue la última vez que, en vez de hablar, escuchaste, devolviste una sonrisa cómplice, o disfrutaste del silencio sin intentar llenarlo?

En estos tiempos, parece que la conversación “en vivo”, mirándonos a los ojos, ha perdido su anterior encanto. En un momento, “texteamos” a la distancia a la misma persona que, en otro, ignoraremos al tenerla frente a nosotros.

Desaparecemos en nuestra inconexión, mientras nos desesperamos por estar en todos lados. Nos hemos vueltos invisibles en nuestro afán por ser vistos, y ausentes en nuestra carrera hacia la ubicuidad.

Nuestra realidad, nuestra vida toda, es un rompecabezas. Como tal, está formada por piezas que forman un todo. Serio error el no advertir la doble naturaleza de éstas… Porque toda pieza, toda voz, todo cuerpo, todo aroma, todo lugar y todo recuerdo posee, al menos, dos estados de influencia: aquel que provoca al estar, y aquel que causa en su ausencia… Lleno o vacío, el lugar está ahí, ocupado o disponible, y lo que una vez nos afectó estando, nos afecta igualmente hoy con su falta. Ese vacío pesa… y pesa aún más cuando lo descubrimos de golpe, porque una imagen de un pasado que no vuelve, duele… pero una imagen de un pasado en el que pudimos haber estado y no estuvimos, lastima aún más.

Desconectarnos para existir

Más allá del daño que estar presentes física pero no mentalmente causa en nosotros y en nuestro entorno, la exposición constante a tantas opiniones, disputas, pareceres, peleas, enfrentamientos y discordias genera un estado de estrés perpetuo en nuestro cerebro. El odio, el desprecio y el rencor que se respira en la mayoría de los rincones de los canales de medios sociales, funcionan como combustible para nuestras depresión y ansiedad, colocándonos en un estado constante de angustia y frustración. En lo personal, he tenido que dejar de ver noticias o “seguir” a muchas personas en medios sociales, y dedicarme a mantener un perfil sumamente bajo. El estar expuesto a cataratas de quejas, críticas, opiniones estúpidas y declaraciones ignorantes, me llevó a un punto de quiebre en el que tuve que decir “no más”. Y todo esto, sin ser yo un gran consumidor de estos medios. Aún así, tuve que establecer una desconexión para poder existir, para ser quien soy realmente y para estar “aquí”. Necesité alejarme de la vorágine nociva de lo “online”, para desconectarme y preocuparme sólo en encontrar senderos a lo edificante e inspirador.

No soy un detractor de la tecnología. Me beneficio de ella a diario y mi vida se ha visto afectada en muchas maneras positivas por su existencia y avances. Pero no puedo existir con una computadora en mi mano todo el tiempo. Me niego a entablar una charla dejando que una pantalla me robe la atención de mi interlocutor. Quiero estar aquí.

Esta es la única vida que tenemos

Y este es el único momento que nos pertenece con certeza.

Yo quiero estar en este momento. Quiero ser presente y presencia. Quiero mirarme al espejo y encontrarme. Quiero verme en él genuino y verdadero, y no como una copia, un reemplazo.

¿Cuándo fue la última vez que te viste? ¿Cuánto hace que no apagas las distracciones, y te enfocas en aquellas cosas que, tiempo atrás, te hicieron amar la vida? ¿Cuánto fue la última vez que escuchaste, en vez de sólo oir? ¿Y cuándo fue la última oportunidad que, en medio del asedio de la depresión y el ahogo de la ansiedad, te tomaste un minuto para recordar cómo era tu vida antes, sin el alocado ritmo de lo inmediato y la desesperación de no perderte de nada?

En resúmen: ¿cuánto hace que no eres tú?

Nuestra salud mental y, hasta cierto punto, la de quienes nos aman y rodean, necesita urgentemente de nuestra presencia cierta, no tácita. Necesitamos desconectarnos. Lo necesitamos desesperadamente. De nada sirve seguir extendiendo nuestras ramas, si nuestras raíces carecen de profundidad. Son esas raíces las que nos sostendrán en la tormenta, contra los vientos que busquen arrancarnos de cuajo y arrojarnos, inhertes, al suelo.

Es hora ya de conectarnos con lo que importa y da vida. Es tiempo de detenernos y saborear nuestra existencia, con sus mieles y sinsabores.

Busca cuidar tu salud emocional alejándote de todo lo nocivo, y nutriéndote de lo que te da hambre de vivir. El hacerlo no necesariamente será fácil, pero te prometo que lograrás ver cambios sustanciales muy pronto.

Creas en lo que creas, esta es la única vida que hoy tienes en tus manos.

Vívela como tal.

* Johann Wolfgang von Goethe (Agosto 28, 1749 – Marzo 22, 1832), fue un poeta, dramaturgo, novelista, científico, estadista, director de teatro y crítico alemán.

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