¿Estándares imposibles?
“Siempre parece imposible, hasta que se hace.”
— Nelson Mandela*
Ya sea en publicaciones “online”, redes sociales, revistas, películas, series o billboards, la imposición de altísimos estándares de belleza y estado físico es constante. Por lo general, dichos estándares suelen ser catalogados de “imposibles”, “ridículos” o “irreales” y, aún cuando en la mayoría de los casos sí se establecen parámetros sumamente altos, el tildarlos de “imposibles” me suena un tanto extremo e equivocado.
Sé que esta opinión no es popular, y no tengo expectativas de salir ileso de este debate pero, a pesar de ello, creo que esta es una conversación importante y necesaria, que no debería ser postergada. Se ha vuelto común por demás el recurrir al simplismo de catalogar a determinadas cosas, o metas, como inalcanzables o imposibles, evadiendo la responsabilidad de preguntarnos si aquello que llamamos inalcanzable es, simplemente, un desafío que demandaría un esfuerzo que no estamos dispuestos a realizar.
Acerca de esto, hay algo que me resulta imprescindible aclarar, para no dejar lugar a ninguna duda. Todos tenemos nuestros límites; físicos, emocionales, morales, financieros, y de muchas otras clases. Algunos de estos límites son inamovibles, mientras otros ni siquiera son considerados. Ellos, en muchos casos, tienen una razón de ser, un propósito. Otros, sencillamente, han sido dibujados por nuestros temores, mediocridad, pereza o ignorancia. Y esos son los límites que necesitamos empujar, eliminar, hacer desaparecer de nuestras vidas. Y debemos sincerarnos a la hora de definir si un límite que hemos establecido es consecuencia de una profunda convicción, o de la simple falta de motivación, de nuestro miedo a salir de nuestra zona de comfort. Hay veces en que la pereza se disfraza de temor, ofreciéndonos una justificación para nuestro estatismo. Sea cual sea la razón, el sinceramiento y la educación son esenciales para movernos hacia esas metas que tan sólo podemos ver como “sueños”.
El temor de llegar a ser más
¿Cuántas veces te has imaginado teniendo ese cuerpo esbelto, o corriendo esa maratón? ¿Qué te hizo detenerte y quedarte sólo en imaginarlo? ¿Buscaste justificaciones para no emprender el camino hacia esa meta? ¿Dijiste “eso no es para mí” sin siquiera permitirte pensarlo con calma?
Personalmente, creo que es correcto rechazar estándares ridículos cuando, genuinamente, no nos llaman la atención, ni nos inspiran de manera alguna. Pero hacerlo porque no nos atrevemos a enfrentar el precio de obtenerlos, es una historia diferente.
Por decirlo de otra manera: ¿qué hace a un estándar imposible? ¿El estándar como tal, o la opinión que tenemos acerca de nuestras capacidades?
El auto sabotaje es parte de nosotros. Es una herramienta recurrente que utilizamos al momento de acallar cualquier sugerencia que implique encaminarnos hacia un desafío. Paradójicamente, buscando seguir en esa infructífera y aparente comodidad, nos encadenamos a una realidad aún más incómoda, molesta y frustrante; esa que no nos conforma, que nos molesta y nos duele.
¿Qué te hace creer que un “six-pack” no es para ti? ¿Qué razón te convenció de que alguien con tu sobrepeso jamás podría completar un 10K? ¿Y dónde está escrito que el envejecer siempre debe estar asociado con debilidad, impedimentos y dependencia? ¿Por qué aceptamos eso? ¿Por qué catalogamos de “imposible” cosas que ni siquiera nos hemos dignado a evaluar?
¿Imposible o improbable?
Los “estándares imposibles” son representados por personas que ya los han alcanzado. Por ende, no son imposibles. Una de las principales razones por las que los actuales modelos de belleza y “fitness” son señalados como imposibles, es la falla en utilizar el término adecuado: improbable.
Es cierto; pocos pueden costear contratar un nutricionista, tener un gimnasio en su hogar, o dedicar tres horas diarias al entrenamiento físico. Sin embargo, me animaría a afirmar que la mayoría de las personas podrían establecer, por sí solas, mejores hábitos alimentarios, comenzar a adquirir equipamiento para su “home-gym”, y reservar 20 minutos diarios para completar una rutina de ejercicios.
De eso se trata, de comenzar. Pero como nos cuesta hacerlo, nuestras metas se tornan, día tras día, más improbables.
El problema es que tendemos a fijarnos en el resultado, en la meta, pero no en el camino. Obviamente que un físico escultural no se logra en un par de semanas o meses, pero si empiezas hoy con disciplina, constancia y determinación, ese físico llegará. ¿Por qué no inviertes en un par de pesas para empezar a tonificar tu cuerpo? Cómpralas usadas si lo deseas, no tienen por qué ser nuevas. No es un gimnasio, pero sí el principio de uno. Así comencé yo, con un par de pesas usadas —y en pobre estado, por cierto— y, después de más de 5 años de humildes y lentas inversiones, nuestro garage se ha convertido en un “gym”. Más que eso, es mi templo, y el lugar preferido de mi hogar.
No hay nada especial en mi ejemplo. Si yo lo hice, tú también puedes.
El verdadero premio
Más allá de la convicción y preparación para lograr lo que acabo de describir en los párrafos anteriores, resulta fundamental en enfocarnos en el aspecto más importante de todos: el verdadero premio, el valor real escondido detrás de esas tapas de revistas, de esos físicos esculpidos y de esos cuerpos fuertes y ágiles.
Me refiero a la salud. Física, mental y emocional.
Te ves mejor, te sientes mejor.
Te sientes mejor, luces mejor.
Las benditas dosis de dopamina y endorfinas que tu cuerpo libera al ejercitarte, brindarán alivio a tu cerebro, al mismo tiempo que liberarás estrés y ansiedad. Y al sentirte más fuerte, más ágil y con más resistencia, comprenderás que ese “six-pack” es bueno, pero es sólo un agregado, un beneficio colateral, porque el verdadero premio, el éxito real, radica en el fortalecimiento de tu yo completo. Autoconfianza renovada, aceptación propia, fortaleza física y emocional para enfrentarte a lo que sea que la vida te tire por delante. Esos son los cambios que cuentan, porque son los que transformarán tu vida.
Entonces… ¿Cuáles son tus estándares? ¿Aún los consideras imposibles?
Quítate del medio de tu propio camino y avanza en pos de lo improbable. Todo es imposible, siempre, de una u otra manera, para este, ese o quél. Siempre habrá desafíos gigantescos, montañas insalvables y valles demasiado profundos. Siempre existirán como titanes invencibles, hasta que alguien se anime a dar el primer paso hacia su conquista.
Si estás convencido de lo que deseas, y has aceptado realizar el sacrificio para conseguirlo, no dejes que nadie le coloque el sello de “imposible” a tus sueños.
Si existe un estándar al que deseas llegar, ve por él. Vas a sorprenderte de cuán lejos puedes llegar,
* Nelson Rolihlahla Mandela (Julio 18, 1918 – Diciembre 5, 2013), fue un revolucionario anti apartheid sudafricano. Este estadista y filántropo se convirtió en presidente de Sudáfrica en 1994, gobernando hasta 1999.
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