Por qué corro
“Corro porque, mucho después de que mis huellas se desvanezcan, tal vez haya logrado inspirar a algunos a rechazar el camino fácil, enfrentar el sendero, poner un pie delante del otro y llegar a la misma conclusión que yo: corro porque correr siempre me lleva a donde quiero ir.”
— Dean Karnazes*
Mi superpoder personal
Siempre tuve muy claro cuál sería mi elección de un superpoder, si alguna vez me encontrase ante tamaña posibilidad. No sería ser invisible, ni poseer fuerza descomunal, ni tener visión de rayos X. No, nada de eso. Mi elección sería volar. No hay nada más, al menos para mí, que se compare con esa habilidad. Volar encapsula, como pocas cosas, el verdadero sentido de la libertad. Libertad de barreras terrestres, de montañas insalvables o mares embravecidos.
Claro… todo esto es sólo un sueño. Como humanos, volar no nos es posible. Y no cuentan los aviones, ni globos aerostáticos, o cualquier invención humana que nos sirva para despegarnos del suelo. Estoy hablando, literalmente, de la posibilidad de remontar el vuelo por nuestros propios medios, en el momento que deseemos, sin necesidad de utilizar ningún tipo de maquinaria ni equipamiento.
Como ya es sabido, la razón por la que no nos es posible volar es que carecemos de alas. Sin embargo, a falta de alas, ¡piernas! Digo esto porque, del modo que yo lo veo, lo más cercano a volar, es correr. Hay momentos determinados en los que correr se asemeja a volar —con el obvio agregado del esfuerzo físico y la amenaza de calambres—, ofreciéndome una exquisita sensación de liberación. Sé que para muchos esta analogía puede resultar forzada pero, realmente, en todos mis años en esta tierra, no he encontrado nada que se asemeje más a volar.
He ahí, entonces, la primera de mis razones para correr.
Promesa de cambios notables
Correr es un hábito profundamente transformador en todos los niveles: físico, mental y emocional. Sus beneficios causan cambios realmente impactantes en la vida de quienes lo practican, más allá de algunos “efectos secundarios” menos deseados. Estos existen pero, en mi experiencia personal, no sólo palidecen frente a todo lo positivo que este deporte trae consigo, sino que también, con cuidado y disciplina, pueden verse significativamente reducidos.
Para quien nunca ha corrido, o para quien raramente lo ha hecho, comenzar a practicar esta disciplina puede resultar intimidante y hasta abrumadora. Esto se debe, como en la mayoría de las ocasiones en las que nos adentramos en terreno desconocido, a la prisa por intentar alcanzar metas poco razonables, sin estar dispuestos a dejar que el tiempo, junto a la consistencia, el trabajo y el esfuerzo, arrojen sus frutos llegado el momento. En el caso específico de correr, es bueno aclarar que los beneficios empiezan a notarse rápidamente, tan pronto como recibimos esa primera avalancha de endorfinas al terminar nuestra primera carrera. Para quienes lidiamos con desafíos mentales y emocionales, este hábito es una gloriosa medicina que, si bien NO reemplaza aquellas medicaciones que nos hayan sido indicadas, colabora sobremanera a facilitar nuestra mejoría. La paz y concentración en nosotros mismos que se encuentra al correr, me resultan invalorables, así como la oportunidad de prepararme mentalmente para los desafíos cotidianos, planificar los próximos pasos a seguir en un proyecto, o buscarle la solución a algún problema que me esté causando más estrés del que estoy dispuesto a tolerar.
Más rápido, más lejos, más fuerte
Lo físico afecta lo mental, y viceversa. Correr fortalece nuestra maquinaria, aumentando nuestra autoconfianza. He escuchado y leído muchas veces que hemos evolucionado para correr. Me sorprendió descubrir, poco tiempo atrás, que cuando de correr largas distancias se trata, los seres humanos somos de las especies más capacitadas en el reino animal. Si hablásemos de velocidad pura, los más eximios velocistas de nuestro género nada tendrían que hacer ante un sinnúmero de contendientes. Especies como la felina, equina o canina —entre muchas otras—, están my por encima de nosotros, cuando de explosión y velocidad se trata. Sin embargo, son muy contadas las especies que podrían derrotarnos en un evento de resistencia. Ese es un dato realmente sorprendente, que me hizo observar, aún con más interés del acostumbrado, a nuestra capacidad como seres humanos para correr.
¿Qué mejor idea, entonces, que aceitar y fortalecer esa maquinaria única que la naturaleza nos ha brindado? La pérdida de peso y la tonificación muscular son beneficios básicos e indiscutibles. ¿A quién no le gustaría lucir piernas fuertes y esbeltas? Mientras los kilómetros vayan amontonándose debajo de tus pies, esas piernas se irán acercando más y más.
Pero no sólo lo exterior cuenta, ¿verdad?
Pues si de cambios físicos interiores se trata, correr fortalecerá tu corazón y arterias, y mejorará notablemente tu capacidad de oxigenación. Se ha comprobado que los corazones de corredores de distancias extensas y ultra extensas, como los maratones, pueden aumentar hasta un 50% su tamaño, mejorando notablemente la capacidad de bombeo de sangre. Pero más allá de eso, no tienes que convertirte en un ultra maratonista para disfrutar de estos beneficios. Sólo tienes que empezar a correr, y hacer de ello un hábito. Cuanto más corras, más rápido lo harás, y más lejos llegarás porque, como consecuencia lógica de la constancia y el esfuerzo, te irás fortaleciendo, casi que sin darte cuenta. Sentirnos más fuertes siempre es mejor y, te prometo, ese sentimiento de fortaleza física se traducirá, indudablemente, en una mayor fortaleza mental y emocional. No es un mito, ni un mero deseo. Es una realidad. Yo soy prueba de ello.
Mejores
Si eres más rápido, ágil y fuerte que antes, te has convertido en una versión mejorada de ti mismo. Una versión que, por cierto, no tiene por qué tener techo. Darte cuenta de esto es transformador porque eso es lo que está sucediendo: te estás transformando.
Una de las cosas que más me hacen amar el hacer ejercicio y, en este caso específico, correr, es que todo desafío físico, obligatoriamente, modifica la percepción que tenemos de nuestras capacidades. Llegado el cansancio o el primer ahogo, el primero en decir “basta” es nuestro cerebro. Siempre. Es nuestra mente la que nos dice que ya alcanzamos nuestro límite, que es hora de aflojar el paso, o simplemente tirar la toalla. De la misma manera, es la misma mente la que le ordena seguir a nuestros músculos, redoblar el esfuerzo a nuestros tendones, y seguir bombeando sangre a nuestro corazón. ¿Dónde está la diferencia entre ambas situaciones? Principalmente en nuestro conocimiento de nosotros mismos; de nuestros límites verdaderos, de nuestras capacidades, de nuestras fortalezas y debilidades. Esto sólo se logra con tiempo y más tiempo y, en el caso de los corredores, con muchas millas a nuestras espaldas. Pero el punto al que quería llegar es que, cuando nuestro cerebro “ve” que pudimos alcanzar, y superar, distancias y límites que nos parecían quimeras, se produce un cambio radical en nuestra percepción de nosotros mismos. Ese es el punto y ahí está uno de los mayores, sino el mayor, premio del ejercicio físico: una mente fortalecida que tiene, indiscutiblemente, repercusiones directas en nuestra salud mental y emocional. ¿Cómo no sentirte capaz de afrontar nuevos desafíos en tu vida, cuando te has probado a ti mismo que cosas que creías imposibles, se han convertido en un trampolín hacia logros impensados?
Correr para huir, sin huir
Se me ocurría los otros días que, en múltiples ocasiones en las que he sentido un fuerte impulso de huir de algo, o de todo, he salido a correr. Sí… buscando huir, corrí. Lo curioso, y extraordinario, de ese sentimiento, es que no considero correcto el huir. No soy alguien que huya de compromisos, responsabilidades, o conflictos, cuando éstos son necesarios. Sin embargo, al correr siento que, en cierta manera, me estoy alejando de aquel problema o situación con la que quiero poner distancia. Corro para huir, sin huir porque, una vez terminada la carrera, regreso a la batalla con la mente más clara y lista para enfrentarme a lo que sea que la vida me haya tirado por delante.
¿Te das cuenta a dónde quiero llegar? Ya he mencionado en otras ocasiones que tener un cuerpo esbelto es genial, pero es un beneficio agregado. Lo realmente importante para persones como tú y yo, es la transformación interior y el despertar de la luz en nuestro cerebro. Por eso predico a diestra y siniestra la importancia de vivir una vida saludable, donde desafiar nuestro físico diariamente se transforme en un hábito inamovible en nuestras vidas.
Cuando te abrumen las sombras; cuando te ahoguen los problemas; cuando te sientas en el medio del valle sin saber cómo escapar de él, levanta vuelo y elévate por sobre la tormenta.
Cuando necesites huir, vuela.
Cuando sea hora de escapar de las profundidades, corre.
Porque correr, es volar.
* Dean Karnazes, es un ultra maratonista, y autor de "Ultra maratonista: Confesiones de un corredor nocturno", que detalla las experiencias de las carreras de resistencia.
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