top of page

SOS

Actualizado: 24 oct 2021

“El sanar toma tiempo, y pedir ayuda es un paso valiente.”

Mariska Hargitay*



Todos necesitamos ayuda en algún momento de nuestras vidas. No hay excepciones a esta regla y el hecho de que, lamentablemente, muchos decidan nunca pedirla, no cambia la realidad de cuán necesario es en nuestras vidas el solicitar apoyo en momentos de angustia, presión o estrés.

Nuestra sociedad no acostumbra a hacer del solicitar auxilio algo sencillo. Más allá de tradiciones, modos o costumbres, la percepción de alguien exitoso va atada, casi que invariablemente, a una imagen de fuerza inquebrantable. Es quizás esta una de las principales razones por las que la imagen del ganador o ganadora, parece reñida con la idea del aceptar las flaquezas propias.

El modelo del campeón

Si bien esta idea ha ido cambiando, la imagen que se ha creado de una persona exitosa, a cualquier nivel, es la de aquella que nunca cae, que jamás se rinde y nunca duda de sus convicciones. Esto hace que, para aquellas personas que no cumplen con ciertos estándares establecidos por la sociedad, pedir ayuda en momentos de angustia y dificultad vaya acompañado de un sentimiento de vergüenza. ¿Cuántas veces hemos escuchado la prédica de que las dudas no deben existir, que nuestro convencimiento debe ser absoluto, y que nuestros planes no deben admitir cambio alguno? Yo defiendo a ultranza el defender nuestras convicciones y manejarnos con seguridad y firmeza en el camino hacia la conquista de nuestras metas, pero eso no significa, en absoluto, que nuestros planes no necesiten de ajustes o que determinadas certezas de ayer se vean modificadas hoy por nuevos descubrimientos y experiencias. Actuar con convicción no significa ser inflexible. Y ser flexible, no debe interpretarse como un signo de debilidad. No lo es.

Si tienes dudas o temores acerca de lo que el futuro puede traer a tu vida, tómate el tiempo para pensar e identificar cuál es el origen de esos sentimientos. Busca ayuda para poder entenderlos. A veces, las respuestas pueden estar demasiado escondidas y, sin el consejo sabio de un ser querido o ayuda profesional, el encontrar respuestas puede tornarse en una búsqueda frustrante e infructífera.

El miedo a la exposición pública

Hoy como nunca en la historia de la humanidad, nuestra vida cotidiana, con todos sus detalles, pelos y señas, se ven presentados en una vidriera virtual a la que todos tienen acceso. Tristemente, eso se debe en gran parte a nuestra propia disposición a compartir cada mínimo detalle de nuestro día a día, abriéndole así la puerta a las críticas y juicios más duros e inmisericordes. Pero más allá de cúan responsables seamos de nuestra propia falta de privacidad, el mero hecho de vivir en un mundo hiper conectado, sin barreras ni límites de ningún tipo, hace extremadamente difícil el permitirnos expresar dolor o pedir auxilio. El pedido de ayuda ha sido asociado, entre otras cosas, con el estigma de la debilidad, de la pereza, y de la falta de amor propio. La ignorancia rampante en todo aquello asociado a las aflicciones mentales y emocionales, sólo agrava una situación de por sí desesperante.

Invisibles

Una fractura es simple de observarse, ya sea a simple vista o mediante rayos X. Un corte profundo sangra, y un fuerte golpe en la cabeza causa una contusión que, igualmente, puede ser confirmada mediante un estudio médico. El cáncer, la diabetes o una pulmonía, son todas enfermedades comprobables mediante exámenes clínicos. Aún más que eso, vienen acompañadas de síntomas notorios a simple vista.

Las aflicciones mentales y emocionales, sin embargo, carecen de esas obviedades en muchos casos. No se aprecian desde el exterior, ni se comprueban desde el interior. Podría, tal vez, hacerse la aclaración de que existen estudios que demuestran desequilibrios químicos o exámenes neurológicos que permiten medir la actividad cerebral. Aún así, la carencia de signos físicos detectables a simple vista, hace que las condiciones mentales sean difíciles de entender y aceptar para la sociedad. Es comprensible que una persona no concurra a su trabajo o lugar de estudio por estar sufriendo los efectos colaterales de un tratamiento oncológico, pero no por no poder levantarse de su cama por sentir que todo el peso del mundo le ha caído encima, mientras una horrible sensación de tragedia inminente controla su cerebro y paraliza su físico, literalmente. Un desmayo por un bajón de presión es excusa suficiente para tomarse el resto del día libre. ¿Un ataque de pánico o ansiedad? No necesariamente y, en caso de que lo sea, no faltará quien diga que “sólo está buscando irse a su casa temprano”.

Esta realidad es cruel. Este tipo de discriminación velada abruma y lastima. Es comprensible la frustración que estas injusticias provocan, y puedo comprender perfectamente tu enojo al enfrentarlas. La incapacidad de poder expresar cómo nos sentimos verdaderamente nos obliga, muchas veces, a acumular rabia y dolor que, inevitablemente, tarde o temprano nos harán explotar. Llegar a este extremo es negativo y perjudicial, no sólo para nosotros, sino para aquellos que nos aman y preocupan por nuestro bienestar.

Antes que tarde

Conociendo la sensación de sentirme invisible e ignorado —al menos en lo que se refiere a mi “auténtico yo”—, sólo puedo aconsejarte —y suplicarte— que no afrontes esta lucha solo, y que no esperes a sentirte desbordado por sentimientos negativos. Parecería que, convenientemente, siempre hay tiempo para mejorar por nuestros propios medios y que solicitar ayuda “puede esperar”. La verdad es que, en este tipo de circunstancias, la espera raramente arroja resultados positivos. ¿Qué ganancia hay en seguir prolongando el sufrimiento? ¿Dónde radica la sabiduría de continuar tomando decisiones equivocadas, producto directo de nuestro débil estado anímico y autoestima inexistente?

El pedido de ayuda no es humillante, aunque tú, por la razón que sea, opines lo contrario. La debilidad paraliza, y solicitar auxilio es tomar acción, lo que nos ayuda a romper ese estado de inmobilidad. ¿Alguna vez te has puesto a pensar que al enfrentar tus temores estás demostrando valentía y coraje, en vez de debilidad y cobardía? ¿Se te ha ocurrido que el desnudar tus miedos y aceptar tu vulnerabilidad requiere de una confianza envidiable, de la cual muchos de los que te critican carecen? Es hora de que, de la misma manera que te criticas, te des el espacio y respiro para valorar tu lucha y esfuerzo por salir del pozo en el que te encuentras.

Uno de mis mayores temores al compartir mis experiencias y pareceres, es el sonar cursi, repetido, trillado. Hay muchos lugares comunes al momento de hablar de las luchas emocionales, de la depresión y de la ansiedad. Pero eso no le quita valor a estas palabras, por repetidas y trilladas que sean. Nada de esto me lo han contado, sino que lo he vivido en carne propia. No es mi pretensión ser un ejemplo a seguir pero, si al menos mis vivencias arrojan luz sobre las sombras, y pueden ofrecer algo de inspiración y comfort, mi misión está cumplida. No soy otra cosa que el resultado de mis muchos errores y algunos aciertos, de la misma manera que también soy el producto del amor de los que me rodearon en el pasado y me rodean hoy. Sus palabras de apoyo y afecto, su paciencia, su extrema paciencia a veces, y su amor hacia mí, a pesar de todas mis fallas, han sido pilares fundamentales en mi camino que, paso a paso, me ha ayudado a aprender a sonreír más, y sufrir menos. No estoy al final del camino, y ni siquiera sé si hay un final, pero me gusta este sendero porque, después de muchos años, ahora puedo sentir que avanzo hacia un destino, aún sin saber exactamente cuál será.

Como he dicho en ocasiones anteriores, eso es lo que deseo para ti. Eso, y más aún, cualesquiera sean tus luchas y sueños.

Despiértate antes que sea tarde, y sacúdete de las garras de la derrota y el abatimiento.

Pide ayuda. Vale la pena, y es imprescindible.

La única batalla que perderemos con seguridad, es aquella que no nos atrevamos a pelear. Ya estás en el campo de batalla. ¡Concéntrate en la victoria!

* Mariska Magdolna Hargitay (nacida el 23 de enero de 1964 in Santa Mónica, California), es una actriz, directora y filántropa estadounidense. Hargitay es también la fundadora y ex presidente de Joyful Heart Foundation, una organización establecida en 2004 para ofrecer apoyo a sobrevivientes de abuso sexual.

3 visualizaciones

Comments


GV_ProfilePic.jpeg

Hola. Gracias por tu visita.

Espero que esta publicación te sea de ayuda e inspiración.

Si deseas dejar un comentario, ¡adelante!

bottom of page