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Abrazando la incomodidad

“Todo aquello que has deseado alguna vez, se encuentra fuera de tu zona de confort".

Robert G. Allen*

Existen tantas frases trilladas y lugares comunes utilizados con el fin de inspirar o motivar a los seres humanos, que si nos dedicásemos a compilarlas, podríamos escribir un libro completo.

Exageraciones aparte, hoy, como nuca antes, nos vemos bombardeados por “consejos” y arengas de todo tipo, compartidas y diseminadas mediante los todopoderosos medios sociales. Algunas veces, sin embargo, entre la miríada de citas que invade nuestro sentido, algunas frases se despegan del resto con un destello hijo de la verdad y de la sabiduría.

Las palabras de Robert Allen entran, a mí entender, en esa categoría. ¡Cuánta verdad hay en esa revelación! Para descubrirla, es necesario sumergirnos más profundamente en el significado de “confort”, y en las consecuencias que conlleva el mantenerlo en nuestras vidas.

El confort, o el amor por lo fácil

La comodidad es algo que perseguimos a diario en diferentes facetas de nuestra vida. Ya se trate del confort físico, el bienestar económico o la distensión mental, por sólo mencionar alguna de sus caras, lo conveniente y fácil es una joya brillante que nunca deja de cautivarnos y de atrapar nuestra atención. Es, en el “mejor” de los casos, una meta. Y coloco “mejor” entre comillas porque como finalidad, el confort es un incentivo engañoso. Y también utilizo las comillas porque hay escenarios peores, como ese en el que, más que una meta a alcanzar, la comodidad se transforma en una constante diaria, la cual perseguimos y anhelamos por sobre todo lo demás. Basta sólo con descuidarnos apenas, para caer en el círculo vicioso en que nuestra existencia se reduce a los momentos de comodidad y todo aquello que esté por fuera, se transforma en simplemente eso… intervalos entre bienestar y bienestar.

Tratando de ser lo más conciso posible, el confort debería disfrutarse, únicamente, como un premio obtenido después del esfuerzo. Un bálsamo que nos refresca del sacrificio, pero nada más que eso. ¿Por qué? Porque el acostumbrarnos al bienestar constante nos debilita y minimiza, poniéndonos como meros espectadores de nuestra propia existencia.

Es difícil desear algo que se encuentra dentro de nuestra zona de confort. Más bien, es casi imposible ya que, al estar a nuestro alcance, deja de ser objeto de nuestro deseo. Generalmente, lo que se desea no se tiene y, si no se tiene, algo habrá que hacer, algún precio será demandado, o algún sacrificio deberá ser ofrecido para poder alcanzar aquello que se añora. Y cualquier tarea, precio o sacrificio, estarán siempre fuera de ese círculo que determina el universo minúsculo de la comodidad.

Expresado de la manera más antipática y tajante, nada, absolutamente nada de lo que añoras, de lo que sueñas, de lo que realmente deseas en o para tu vida, podrá ser encontrado al alcance de tu mano. Todo lo que vale cuesta, justamente porque “vale”. Precio y valor no son lo misma cosa, y lo valioso demanda pagos altos.

Ya sea un bien material, un título universitario o una conquista atlética, huir del confort, erradicarlo de tu vida –con excepción de esos momentos de reposo que siguen al sacrificio–, es una condición sine qua non. Quizás, lo que buscas no es ni un bien material, ni fama, ni una conquista deportiva, sino el vencer a tus fantasmas, controlar tu depresión y mantener tu ansiedad a raya. Para eso, también necesitas salir del confort, escapar del conformismo del “no puedo”, y tomar las riendas de tu vida. Buscar tanta ayuda como puedas obtener, trabajar en verte mejor, cuidar tu físico y nutrición, hablar de cómo te sientes, cultivar tu mente con libros, videos, podcasts o películas inspiradoras y edificantes… todo eso son cosas fuera de tu zona de confort que necesitas incorporar a tu vida. Es necesario que aceptes el desafío de verte tal cual eres, y ahondar en aquello que no deseas ver. Es imprescindible abrazar…

La incomodidad, o la clave del crecimiento

Quizás hayas escuchado esa afirmación que señala que no existe nada que te haga crecer –o cambiar– sin desafiarte al mismo tiempo. Una cosa no es posible sin la otra. Sin duda es una idea atractiva e inspiradora pero, ¿te has detenido a examinar el por qué de esa aseveración? Según yo lo entiendo, cambiar significa la modificación del status quo. Lo que era de determinada manera, deja de serlo. El cambio implica movimiento lo que, por ende, rompe con nuestro estatismo. El cambio, también, acaba con la rutina, corta el hilo de lo común y acostumbrado, removiendo la certidumbre que la inercia confiere a nuestra existencia. El cambio, como ninguna otra cosa en este mundo, termina con lo que era y da comienzo a algo que antes no estaba, no existía, no tenía cabida en nuestras vidas. El cambio es fin y comienzo, aunque en contadas ocasiones puede, también, significar ajustes, añadiduras a lo ya existente, sin necesariamente conllevar un descarte completo. Mas aún en estas ocasiones, el cambio sigue demandando sacrificio, riesgo y colocarnos en una situación incómoda. Es necesario entender y aceptar esta verdad. Tratar de encontrar atajos es sólo una pérdida de tiempo que sumará frustraciones. Porque no hay atajos, ni trucos, ni trampas. Sólo dedicación, consistencia, trabajo y coraje para aceptar el desafío. Escribo estas palabras con la plena conciencia del riesgo que corren de caer en saco roto, porque son ideas repetidas hasta el cansancio por un sinnúmero de personas mucho más capacitadas, inteligentes y preparadas que yo y que, aún así, no han encontrado suelo fértil en el cual echar raíces. Pero ¿por qué, entonces, cuesta tanto hacer que estas nociones produzcan el efecto esperado? Porque desafían, molestan e invitan a internarse en terreno desconocido. Eso resulta antipático siempre, y amenazante con frecuencia. Ante esta realidad, cabe, entonces, realizarse la siguiente pregunta…

¿Cuál es la alternativa?

“La definición de ‘locura’ es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.” Esta frase ha sido atribuida a diferentes personalidades, pero no es mi motivación adentrarme en ese debate. Más bien, mi interés apunta a descubrir si existen alternativas al cambio, que logren obtener resultados positivos.

La cuestión resulta bastante simple de resolver. Si existe frustración o disconformidad con el estado actual de una situación, cualquiera sea esta, eso significa que los métodos (o la ausencia de éstos) que se están utilizando, no son efectivos. Si no son efectivos, es necesario realizar ajustes. Si hay necesidad de ajustes, entonces, hay necesidad de cambio. ¿Es tan fácil la respuesta? Sí, absolutamente. El hecho de que ponerla en práctica sea dificultoso, no significa que la respuesta también lo sea. Con más frecuencia de lo que parece, las claves del éxito se nos presentan a simple vista. Aún cuando nos cueste determinar cuáles cambios son necesarios, el entender y aceptar la necesidad de los mismos, es el primer velo que necesitamos que caiga de nuestros ojos.

¿Cuál es la alternativa al cambio, entonces?

¿No cambiar nada? ¿Seguir igual, por un tiempo, mientras todo empeora, hasta que ya no haya vuelta atrás?

Si la frustración radica en que tu vida es sólo sobrevivir, recuerda, acepta, que el cambio es parte de vivir y, en mucha circunstancias, la vida misma. El confort es un premio, no una norma, así como las recompensas son salpicaduras en un lienzo repleto de esfuerzos, sacrificios y concesiones. Pero ¡cuánto valen!

El cambio es libertad, y sin ella no hay vida.

La comodidad, tarde o temprano, aprisionará tus muñecas con sus grillos. No te conviertas en presa de tu pereza. No cercenes tus alas y te rindas a habitar en el suelo soñando con las alturas. La libertad cuesta porque vale, y lo que vale siempre merece el esfuerzo.

* Robert G. Allen (May 20, 1948, Raymond, Canadá) es uno de los asesores de inversiones más influyentes de todos los tiempos, además de autor de varios “bestsellers” de finanzas personales.

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Hola. Gracias por tu visita.

Espero que esta publicación te sea de ayuda e inspiración.

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