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No es un “sprint” …

Actualizado: 16 ene 2022

Si vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo bien. Si vale la pena tenerlo, vale la pena esperarlo. Si vale la pena alcanzarlo, vale la pena luchar por ello. Si vale la pena experimentarlo, vale la pena dedicarle tiempo”.

Oscar Wilde*

Las millas se amontonan detrás de mí, mientras un viento suave acompaña mi andar, a veces acariciando mi espalda, y otras golpeando mi pecho, pero sin demasiada persistencia. El sonido de la grava bajo mis pies es como un mantra que me mantiene atado a esta realidad. Sigo mirando hacia adelante, intentando mantener el ritmo y la concentración. Mi respiración y pulso son estables, y mis piernas se sienten fuertes y seguras, más allá del largo esfuerzo. Todo mi cuerpo se mueve en armonía, y todo parece estar bajo control.

Eventualmente, sin embargo, lo largo de la carrera comienza a alimentar el tedio y la tentación de apresurar el paso para llegar a la meta lo antes posible, crece minuto a minuto.

Muchas veces, ese es el momento exacto en el que una carrera con prospecto de record, se transforma en una mera lucha por sobrevivir.

Esperar es todo menos fácil.

Más allá de la experiencia y de los aprendizajes, aprender a dejar que el tiempo pase para recoger los frutos de nuestro trabajo y esfuerzo, cuesta mucho. Aguantar las ganas de acelerar procesos salteándonos etapas es una tentación a veces constante, a veces esporádica, pero casi siempre presente.

Siendo un corredor empedernido, utilizar a esta disciplina como analogía de la cadencia, el ritmo y la planificación, me sienta bien.

Una de las habilidades esenciales que un buen corredor necesita, es saber cómo correr. Por obvio que esto parezca, proponerse acceder a un conocimiento íntimo de las capacidades propias, no suele ser una prioridad.

Existen carreras largas y cortas, de velocidad y resistencia y, en cada una de ellas, las tácticas varían, al igual que la preparación y el entrenamiento. El saber cómo prepararse va ligado al desafío para el que necesitamos prepararnos. Nuevamente, esto puede sonar extremadamente obvio mas, sin embargo, la carencia de una meta clara trae como consecuencia una preparación inadecuada que, probablemente, desemboque en fracasos y lesiones. Si nuestra meta es entrenaros para una maratón, concentrar nuestra rutina exclusivamente en ejercicios de explosividad y velocidad aportará resultados insuficientes. Y ese es, justamente, el escenario que tan comúnmente veo desplegado frente a mis ojos: gente que intenta llevar un ritmo de “sprint”, cuando lo que están corriendo es una maratón.

Ciertamente esta analogía no me pertenece (“Life’s a marathon, not a sprint”, es una frase sumamente conocida, cuya autoría no parece estar clara) y, seguramente, ya la hayas escuchado muchísimas veces. Aún así, parecerían ser pocos quienes la tienen presente al momento de planificar la carrera de su vida. En esa categoría estuve incluido por muchos años, hasta que, a la fuerza, comencé a comprender los errores de mi estrategia.

Ajustar nuestra cadencia y ritmo

La paciencia es una virtud que algunos traen desde la cuna. En mi caso particular, llegué tarde al reparto. Una de los más grandes desafíos de mi vida ha sido aprender a ser paciente, a trabajar sin desesperarme, confiando en el resultado. Pero esperar no es sinónimo de inacción, por lo que encontrar el equilibrio justo entre una espera fructífera y una pausa dañina, es fundamental para nuestro progreso. Tal como he mencionado en otras ocasiones, no existen soluciones mágicas, sino trabajo, constancia, prueba y error. Pero mientras avancemos, nuestra meta seguirá acercándose. Ya se trate de perder peso, aprender a controlar nuestras emociones o, literalmente, completar una maratón, la disciplina, la constancia y el aprendizaje diario, entre otras herramientas, nos llevarán a encontrar nuestro ritmo ideal.

De la misma manera en la que un atleta se hidrata y nutre durante una larga carrera, mitigando los efectos que el esfuerzo causa en su organismo, nuestro recorrido por la vida también demanda nutrirnos de cosas que nos fortalezcan y protejan. Es esencial buscar inspiración a diario, y no desperdiciar nuestro tiempo libre, escaso o no, en cosas que poco o nada nos aportan. Un libro, una conferencia, un taller, o simplemente compartir un tiempo exclusivo y de calidad con nuestros afectos más cercanos, colaborará enormemente a nuestra salud emocional, brindando un espacio de recuperación mental y alivio del estrés.

El ajustar nuestra cadencia y encontrar el ritmo justo es vital e irremplazable. Alimentar nuestra mente adecuadamente nos ayudará a manejar mejor nuestras emociones y caer en tiempo.

Entrenar para ser más resistentes, no sólo veloces

Parte de aprender a ser pacientes y esperar es, simultáneamente, entrenar nuestra resistencia y estámina. Ser capaces de resistir una situación cuando no podemos cambiarla, es una herramienta que puede llegar a, literalmente, salvar nuestras vidas. Cuando de nada sirve ser “veloces”, ya sea porque no hay hacia dónde huir o, lisa y llanamente, la huída no corresponde, sobrellevar una situación adversa sin sucumbir a ella es clave para nuestra subsistencia. Y como todo es un ciclo en nuestra existencia, resistir es producto, al menos en parte, de haber encontrado nuestro “ritmo” y de habernos nutrido correctamente. ¡Cuántas veces he deseado correr, acabar con algo de una buena vez, a sabiendas que en eso no yacía la respuesta! ¡Cuántos dolores de cabeza me hubiese ahorrado si hubiese sido paciente para la espera, y hubiese tenido la resistencia adecuada para poder sobrellevarla! Probablemente unos cuantos.

El luchar con desafíos en nuestra salud mental, sean cuáles fueren, es un camino de aprendizaje, consistencia, paciencia y devoción. Aprendizaje de métodos y técnicas, consistencia en la práctica de lo aprendido, paciencia para esperar resultados, y devoción, profunda devoción, hacia la vida.

Esperar es todo menos fácil.

Esperar, también, vale la pena.

La meta seguirá acercándose, y nuestras piernas continuarán fortaleciéndose. Mientras mantengamos la cadencia, una respiración y pulso estables, y la mirada hacia adelante, el dolor del comienzo irá alejándose, y nuestra propia redención aparecerá en el horizonte. La redención que esperamos por cualquier culpa que sintamos, y por toda acusación que nos hayamos gritado frente al espejo. No es este un camino hacia la perfección, ni una ruta en la cual podamos deslindar culpas. Es, sí, una jornada hacia días más claros, de hombros menos cargados y, si la fortuna nos acompaña, más sonrisas que lágrimas. Sólo hay que mantener el paso, sin apurarnos en llegar antes.

La espera y la constancia son hermanas que no siempre caminan juntas. Toma a ambas de la mano, y deja que te guíen a la meta que te has trazado.

Con un poco de suerte, quizás hasta el viento se les una en el camino, acariciando sus espaldas.

* Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (16 de octubre de 1854 – 30 de noviembre de 1900) fue un poeta y dramaturgo irlandés. Luego de haber desarrollado su escritura en diferentes estilos en la década de 1880, Wilde se convirtió en uno de los dramaturgos más populares en el Londres de principios de 1990.

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Comentarios


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Hola. Gracias por tu visita.

Espero que esta publicación te sea de ayuda e inspiración.

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