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¿Terapia?

Actualizado: 21 ago 2022

“No existe mayor agonía que llevar una historia no contada dentro de ti."

Maya Angelou*

Comienzo escribiendo estas primeras líneas, sabiendo que me estoy adentrando en un tópico complicado que, para muchos, es motivo de especial incomodidad, cuando no de rechazo.

Tal como lo he expresado en varias ocasiones a lo largo de previas publicaciones, lo que comparto aquí es, por sobre todas las cosas, un recuento de mis propias experiencias, con sus fallas y aciertos.

Así que, yendo directamente al asunto en cuestión, mi pregunta es: ¿has considerado, honestamente, darle la oportunidad a la terapia sicológica? ¿O simplemente la has descartado de plano? ¿Eres parte del grupo de personas que, al recibir el consejo de buscar ayuda profesional que le ayude a lidiar con sus desafíos de salud mental o emocional, responden “eso no es para mí”?

Hay muchos así. Yo era uno de ellos.

Mi actitud, ciertamente, no era despectiva (o al menos no intentaba serlo), pero sí pecaba de soberbia. Aún sin hacerlo adrede, mi actitud de creerme fuera del alcance de ayuda profesional estaba cimentada en la ignorancia. La ignorancia de las causas, razones, consecuencias y métodos que innumerables profesionales a través de la historia y a lo largo y ancho del mundo, habían dedicado sus vidas a conocer y entender.

Esa clase de ignorancia puede, también, tener algo de altanería, ofreciendo una respuesta tonta, pero efectiva, en nuestro intento de colocar un muro entre nosotros y el exterior. No funciona a largo plazo, pero nos permite regodearnos en la comodidad del desconocimiento, brindándonos una triste excusa para no enfrentar seriamente aquello que nos lastima.

Curiosamente, ignorar lo que nos daña redundará, inevitablemente, en un daño mayor.

¿Qué esperar de esta clase de terapia?

Por sobre todas las cosas, herramientas.

¿Soluciones mágicas? En absoluto.

Si bien encontraremos respuestas, éstas sólo podrán encontrase a través de nuestra propia búsqueda –y deseo genuino por descubrirlas–, lo que requerirá de la antipática condición de buscar, específicamente, en los lugares hacia donde no queremos mirar.

“In sterquiliniis invenitur” es una frase alquímica de la Edad Media que, literalmente, significa “en la inmundicia se encontrará”. En mi propia búsqueda por respuestas, experimenté la verdad escondida detrás de este antiguo adagio.

Desde luego que existen diferentes clases de terapias (o sicoterapias), tales como la cognitiva, la dialéctica, o la racional emotiva, entre otras. Sin embargo, más allá de los diferentes acercamientos que éstas tengan y de las metodologías que utilicen, al final del día, encontrar las soluciones o respuestas a nuestros padeceres y preguntas dependerá de nosotros. Será nuestro esfuerzo abnegado y dedicación consistente lo que nos lleve a destino, sea cual fuere.

¿Por qué, entonces, aceptar esta ayuda?, te preguntarás. Si al final de cuentas el trabajo será nuestro, ¿qué cosa “extra” me brindará la terapia? Como mencioné antes, herramientas. Herramientas para trabajar en cosas nuevas, para buscar respuestas pero, especialmente, para aprender a preguntar. Esto fue una de las mayores, sino la mayor, sorpresa con la que me encontré casi que inmediatamente. Sé que puede sonar reiterativo, pero ¿cuántas veces nos frustramos ante la ausencia de una solución, cuando la manera en la que estamos planteando el problema es incorrecta? Aún más, ¿cuántas veces nos equivocamos en establecer el problema? Pocas cosas me han hecho examinar en profundidad mis convicciones y enfrentar la necesidad de tragarme el orgullo, como lo ha hecho la sicoterapia, forzándome a dejar de lado las excusas y aceptar la realidad por lo que era, y no por lo que yo quería interpretar. Esos primeros meses fueron largos y duros, pero lentamente el efecto positivo de este nuevo hábito se fue haciendo más notorio en mi día a día. Es un proceso en el que aún continúo, y que, de vez en cuando, me hace volver a mirar hacia profundidades que creía haber abandonado para siempre. Pero aún en esos momentos, sigo agradecido de haber tomado este camino, y haber abrazado esta oportunidad de encontrar herramientas nuevas que me ayuden a construir mi día a día y, en mis mejores jornadas, hasta planificar a futuro.

Esperanza de cambio

Como ya he mencionado en múltiples ocasiones, una de las mayores falsedades que quienes luchamos contra la depresión aceptamos como verdad, es aquella que nos hace creer que estamos solos.

Lamentablemente, esta mentira engendra cierta realidad. ¿Cómo? Por propia causa y efecto de su existencia. Al creernos solos, más nos encerramos en nosotros mismos. Cuanto más tiempo pasamos en esta actitud, más se acota el círculo protector que formamos a nuestro alrededor, haciendo más difícil el acceso a aquellos que desean extendernos su mano. Eventualmente, las murallas que creamos se acercan tanto a nuestro ser, que terminamos aprisionados por la misma fortaleza que creamos como protección.

Sí… la mentira afecta la realidad y, si no logramos darnos cuenta a tiempo de su presencia, es capaz de alterarla drástica y definitivamente.

No me malinterpretes cuando hablo de fortalezas y murallas. Este proyecto es una fortaleza, pero una a la que entramos por propia voluntad y decisión, buscando respiro y protección en momentos de cansancio y debilidad. Pero existen otras fortalezas que construimos con el solo fin de escondernos, de aislarnos del mundo, de excluir a todo y todos porque, sencillamente, hemos perdido el interés por lo externo, el apetito por saborearlo, y el coraje para enfrentarlo.

Es importante entender la diferencia. No es un mero juego de palabras, sino una cuestión de perspectiva y discriminación básicas para lograr ser capaces de identificar dónde, cómo y por qué estamos donde estamos.

Herramientas.

Eso es lo que necesitamos. Herramientas para entender y juzgar. Herramientas para decidir y planificar.

Herramientas, en fin, para un cambio.

¿Excusas o apuesta?

Puedes seguir dejando que el temor vestido de indiferencia siga negándote la posibilidad de intentar algo nuevo y prometedor, con el potencial de cambiar tu vida. La decisión de seguir escondiéndote detrás de excusas huecas y sin soporte es tuya.

Es toda tuya.

¿Cuál será tu actitud de ahora en más?

Si ya estás sumergido en el dolor, si ya te sientes frustrado, si ya has perdido la esperanza y estás harto de “probar” cosas que “no funcionan”, ¿cuánto te queda por apostar? ¿Cuánto más puedes perder? Una cita, una hora de tu tiempo, una conversación sincera y abierta con alguien que pueda ofrecerte una opinión objetiva y desinteresada, ¿es realmente pedir mucho? ¿Qué más pierdes, entonces, con una hora más? Escuché a alguien preguntar alguna vez si acaso, estando inmersos en medio de una batalla, agobiados por el dolor y el cansancio, ganamos algo con rendirnos Si ya estamos ahí, ¿no valdría más la pena sacar algún provecho de esa lucha, de ese dolor, de ese cansancio?

Una vez más te repito: la decisión es tuya y de nadie más. Es exactamente esa la razón por la que, de la misma manera, la responsabilidad de tu decisión caerá completamente sobre ti. Si tienes acceso a ayuda profesional y eliges no utilizarla, eso va por tu parte. Si la deseas y no la tienes, busca ayuda. Pregunta e investiga acerca de las opciones a las que podrías acceder, aún cuando tus finanzas no sean las mejores.

De la misma manera que las excusas existen, también existe la ayuda. Extiende la mano, solicítala, y acéptala. Es tu turno, y tu responsabilidad. Toma las riendas de tu vida de una buena vez.

Es posible, y te lo mereces.

* Maya Angelou (4 de abril de 1928, St. Louis, MO - 28 de mayo de 2014, Winston-Salem, NC), fue una poeta, autora de memorias y activista de derechos civiles estadounidense que publicó siete autobiografías, tres libros de ensayos y varios libros de poesía. También se le atribuye una lista de obras de teatro, películas y programas de televisión que abarcan más de 50 años. Recibió docenas de premios y más de 50 títulos honoríficos.

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Hola. Gracias por tu visita.

Espero que esta publicación te sea de ayuda e inspiración.

Si deseas dejar un comentario, ¡adelante!

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