Una vida que amemos
Actualizado: 10 mar 2022
“Ama la vida que vives. Vive la vida que amas.”
— Bob Marley*
Días atrás, mientras me encontraba sumergido en una de mis acostumbradas búsquedas en internet, recolectando información y verificando datos, me topé con el sitio web de una entrenadora personal de la que algo conocía, pero nada en profundidad. Al visitar la sección en la que habla de sus razones y motivaciones para haberse dedicado a este estilo de vida, una frase pareció saltar de la pantalla, atrapando mi atención por completo. Dicha frase expresaba que “su jornada (como entrenadora personal) le había hecho descubrir miedos, eliminar sentimientos limitadores y diálogos internos negativos, además de ayudarla a crear una vida que ama.”
Estas últimas palabras me obligaron a detenerme para pensar en su significado. ¿Qué es, exactamente, “crear una vida que amemos”? ¿Qué razonamiento, ideas y motivos se esconden detrás de esa declaración? ¿Qué significa, exactamente, “amar” nuestra vida? ¿Ser feliz? ¿Sentirnos exitosos y realizados? ¿No tener remordimientos por el pasado, dudas en el presente o miedos de cara al futuro?
¿Qué representaba, para mí, crear una vida que pudiera amar? ¿Estaba transitando por una existencia que había escogido, o simplemente me había adaptado a las cartas que me habían tocado en el juego? ¿Acaso no es eso lo que hacemos muchas veces? Vivimos “lo que nos toca”, como si resignarse a esto fuese la única opción. Comprendí, repentinamente, que como humanos tendemos a existir y no vivir. Nos limitamos a aceptar lo que es, de la manera que es, sin plantearnos, ni siquiera por un segundo, que la vida no debería ser lo que nos pasa.
Se me ocurrió, también, que la palabra “crear” bien podría intercambiarse por “construir” ya que, al menos desde mi perspectiva, si bien ambas tienen puntos en común, la segunda pareciera tener una cualidad más duradera no sólo en su existencia, sino en el tiempo que toma completarla. Es casi como si “construir” nuestra vida fuese un proceso continuo y siempre incompleto, como si la única manera de disfrutar de ella genuinamente fuese saber que ésta se encuentra en un constante proceso de creación, de avance, de cambio y de progreso.
¿Cómo crear una vida que podamos amar?
Primer paso, sin lugar a dudas, es tener claro sobre qué la cimentaremos. ¿Será sobre certezas o inseguridades? Estas últimas siempre existirán, pero las convicciones deben prevalecer para que estemos ciertos de las bases y fundamentos sobre los que queremos edificar nuestro futuro. Puede tratarse de un matrimonio, del deseo de formar una familia, o la decisión de seguir una carrera universitaria. Las opciones variarán, pero las que tú escojas afectarán indefectiblemente el devenir de tu vida.
Tan elemental como los fundamentos, es la planificación: encontrar los detalles específicos, y las especificaciones detalladas. Algo así como un plano que sirva de guía y base. Cual vivienda o edificio, nuestra vida contiene compartimentos formados por paredes, que a su vez están comunicados por puertas, completados por ventanas que dejan ver qué hay más allá. Todo esto, protegido por un techo sólido y duradero.
Pensando en esta analogía casa-vida, me di cuenta que pocas veces había considerado que la construcción de nuestra existencia está compuesta de unidades independientes, pero necesariamente interconectadas. Descubrí que, con frecuencia, había pretendido edificar nuevas habitaciones sin pensar en la conexión que éstas deberían tener con aquellas ya existentes. Es por eso que, al proponernos construir una vida que podamos apreciar, disfrutar y amar, una planificación concienzuda es menester, aún cuando dejemos espacio para alguna sorpresa o imprevisto inevitable.
A veces, en el afán de agregar emociones o simplemente implementar un cambio, agregamos espacios a nuestra vida sin pensar en cómo éstos afectarán al resto de nuestro ser, ni a quienes comparten nuestra existencia. Obviamos la relación con lo que ya hemos edificado y logrado, arriesgándonos a crear un desbalance que ponga bajo amenaza lo ya construido con tanto esfuerzo y dedicación. De la misma manera, en el afán de abarcar más, añadimos elementos que no colaboran a nuestro amor por vivir nuestra vida, rodeándola de minucias que poco aportan y, más que sumar beneficios, molestan y estorban.
Todos estos detalles, entre otros, hacen parte de nuestra planificación al momento de decidir qué clase de vida queremos construir. Una vida que dé ganas de ser vivida. Una vida de la que podamos enamorarnos.
Piedra sobre piedra
Siguiendo con la planificación, una vez trazado el plano, necesitaremos concentrarnos en el orden de construcción. Necesariamente nos encontraremos con necesidades que deberán ser atendidas antes que otras. Esto puede tratarse de traumas o miedos que no hemos confrontado, dolores que nos cuesta dejar atrás, desafíos que hemos pospuesto por pereza, temor o cualquier otra razón, y un sinnúmero de cosas que necesitan ser enfrentadas y resueltas, individualmente y de manera ordenada, de modo que no comencemos a levantar paredes antes de establecer los cimientos.
Sea cuales fueren los pasos a dar, deberemos darlos en orden de importancia. No podemos ayudar a un ser querido con problemas de autoestima si no atendemos primero nuestras propias batallas con el mismo asunto. Inútilmente intentaremos obtener una entrevista para ese trabajo que tanto anhelamos, si primero no ordenamos nuestro currículum, pulimos nuestras habilidades, y nos ponemos al día con los conocimientos necesarios para aspirar a obtener ese puesto.
¿Deseas abrir tu propia empresa? ¿Qué tan informado estás de lo que necesitas? ¿Tus conocimientos son suficientes y sólidos para colaborar a tu éxito? ¿Has ahorrado dinero que te permita invertir en tu emprendimiento, o te asegure una estabilidad financiera durante los primeros meses de tu nueva aventura?
Piedra sobre piedra.
Paciencia, tiempo y organización.
Asegurando las conexiones
¿Qué hacer con las puertas en tu vida? ¿Cómo tienes planificado conectar las diferentes “habitaciones” o compartimentos que planeas agregar a aquellos ya existentes? El cuidado de tu salud física, tu salud emocional, las relaciones con tu familia y amigos, tu vida professional, así como el aspect espiritual (y por “espiritual” no me estoy refiriendo a religiosidad, sino a todo aquello que, según tu parecer, escapa del plano material), deben tener una importancia balanceada y estar interconectados completamente. Cada uno puede agregar tantas sub-divisiones como queramos o necesitemos, pero las que acabo de mencionar son esenciales. Igualmente esencial es el balance entre ellas. El tiempo adicional que le dedicas a tu trabajo, ¿de dónde lo sacas? ¿Se lo quitas a tu familia o a tu tiempo de ejercicio físico? Las horas extras que pasas frente al televisor, ¿las descuentas de tus horas de sueño? Esa falta de balance, ¿no afecta tu rendimiento laboral?
Todo está conectado con todo. Un desequilibrio mínimo en la barra del equilibrista, termina provocando su caída. Y son, justamente, las cosas mínimas e imperceptibles, las que más daño terminan generando porque cuando finalmente logramos notarlas, el efecto destructor ya ha sido demasiado.
Abriéndonos al exterior
Tan importantes como las puertas, son las ventanas. Ellas nos conectan con el exterior, ventilan nuestras moradas y dejan entrar la luz del sol. Nos ayudan a no limitar nuestra visión solamente a lo interno, permitiendo nuestro acceso al exterior.
¿Cuáles son, y cuáles serán, las ventanas en tu vida? ¿Un libro, una conferencia o un viaje? ¿El exponerte a ideas contrarias a tus convicciones? Analízalo con cuidado y detenimiento.
¿Conformarnos?
Una vez comenzada la construcción, ¿debemos detenerla a medio camino si se presentan obstáculos? Si en el diario edificar de esa vida que deseamos amar se dificulta conquistar lo anhelado, ¿no deberíamos, con un corazón agradecido, aceptar un reemplazo decente, aunque no idéntico?
No.
Reorganizarnos, sí. Conformarnos, no.
Primeramente, para algo están los estándares. Al haberlos definido y aceptamdo desde un principio, debemos respetarlos, defenderlos, y mantenerlos como norte.
En segundo lugar, un resultado puede no ser el esperado ahora, pero el tiempo seguirá su paso y nuevas oportunidades vendrán para volver a intentar alcanzar ese estándar, nuestro estándar. La vida que has venido construyendo hasta el día de hoy es tuya, con sus aciertos y errores. Pero tú no eres tu fallo de ayer. Tu esencia no se compone de tus errores ni miserias anteriores. Lo que perdiste y ganaste, lo que callaste así como lo que gritaste, tus victorias más dulces y tus derrotas más amargas, todo eso eres tú.
Todo eso, no “parte” de eso.
De cara al futuro y a la creación de una vida de la que te enamores, debes dejar de lado el colocarte como etiqueta una derrota específica o un error determinado. Tú eres más que eso. Todos lo somos. En nuestra versión de hoy se acumulan muchas jornadas que ya no volverán, pero que han forjado nuestro yo presente. De los errores aprendimos a cómo no volver a cometerlos. De nuestras caídas, a observar mejor el camino y aprender a levantarnos. De nuestros fracasos, cuáles estrategias no funcionan y qué métodos deberíamos incorporar. Y así con todo. Quizá sea la sabiduría que ganamos en estas experiencias la que se extiende sobre nuestro hogar cual techo protector.
Nadie es únicamente sus victorias y días brillantes. Nadie aprende sin equivocarse, y nadie aprende a levantarse sin haberse, primeramente, revolcado por el polvo.
Recoge todos los materiales, todas las herramientas, y enfócate en tu plano. Todas tus caídas, lágrimas, tristezas y derrotas, te serán tan útiles como tus victorias y sonrisas, con sus días de sol y brisa refrescante.
Construye una vida de la que te enamores, pero no apures el paso. Respeta los tiempos y el orden, y no cedas a la inconsistencia.
Todo tiene que ver con todo. Comienza a edificar tu vida. Nadie conoce los planos mejor que tú.
* Bob Marley - ¿Realmente necesitas que te explique quién fue Bob Marley?
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